Los narcóticos de la naturaleza

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha utilizado plantas y hongos con propiedades psicoactivas para rituales religiosos, prácticas medicinales y fines recreativos. Estas sustancias, conocidas como narcóticos naturales, ofrecen una amplia gama de efectos, desde la estimulación y la euforia hasta la relajación y la introspección. Aunque pueden ser increíblemente peligrosos si no se manipulan adecuadamente,

 ·  16/02/2024
Los narcóticos de la naturaleza

Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha utilizado plantas y hongos con propiedades psicoactivas para rituales religiosos, prácticas medicinales y fines recreativos. Estas sustancias, conocidas como narcóticos naturales, ofrecen una amplia gama de efectos, desde la estimulación y la euforia hasta la relajación y la introspección.

Aunque pueden ser increíblemente peligrosos si no se manipulan adecuadamente, algunos de sus componentes siguen desarrollándose con fines médicos que nos benefician. A pesar de los riesgos asociados con su uso (o quizá debido a estos), las plantas y hongos que alteran la mente han fascinado a la humanidad desde mucho tiempo atrás.

La mayoría contiene compuestos que son peligrosos si se consumen en exceso, pero también se han utilizado tanto en medicamentos como en rituales religiosos. Las investigaciones médicas modernas están empezando a entender la ciencia que subyace a estos efectos y está encontrando maneras más seguras de usarlos.

Un poco de historia

Durante siglos, las personas de Sudamérica han masticado hojas de coca para calmar los retortijones de hambre y aumentar la energía en el trabajo. Veneraban la planta como un regalo de los dioses. En 1860, el químico alemán Albert Niemann extrajo cocaína de las hojas, y así inició el uso de la droga como tratamiento para el agotamiento y la depresión.

Las primeras evidencias del uso medicinal del cannabis se encuentran en un manuscrito chino que data de 2727 a.C., en el que se registra su uso para tratar el estreñimiento, la malaria y el reumatismo. Asimismo, en antiguos textos persas de alrededor de 600 a.C. se llamaba al cannabis seco, o bhang, el “buen narcótico”.

Las vainas de las semillas de la amapola de opio fueron usadas por los sumerios para elaborar un medicamento que aliviaba el dolor, y en el antiguo Egipto las madres daban opio a sus bebés para inducirles el sueño.

Su uso recreativo llegó a Occidente en el siglo XVII, lo que llevó al desarrollo de la morfina y la codeína, los narcóticos analgésicos modernos.


Estudios realizados a las pinturas rupestres de 9000 a.C. en el norte de África sugieren que los efectos de la psilocibina presente en los hongos alucinógenos también se conocían en las culturas antiguas. Las civilizaciones maya y azteca de Centro y Sudamérica sin duda los usaban para inducir trances y comu- nicarse con los dioses.

Usos medicinales

Aunque los opiáceos se han usado terapéuticamente en la medicina durante siglos, los científicos siguen descubriendo las propiedades de otras drogas de origen vegetal y revelando su potencial. El medicamento resultante se prueba en ensayos clínicos para verificar su seguridad y eficacia.

Por ejemplo, en el Arizona Center for Integrative Medicine se enfocan en los alcaloides de la hoja de coca y su uso para tratar el mareo, las molestias digestivas y la obesidad. Estas sustancias se toman por vía oral, lo que minimiza cualquier riesgo de adicción.

En 2003 se sintetizó un extracto de cannabis que ha demostrado su eficacia para aliviar algunos de los síntomas de la esclerosis múltiple, el mal de Parkinson y las lesiones de la médula espinal, así como para tratar el insomnio, la ansiedad y la pérdida de apetito.

Con la invención de la jeringa hipodérmica, la morfina se hizo popular como analgésico casi instantáneo y se ha usado ampliamente en el parto. Funciona inhibiendo la acción de los receptores del dolor en el cerebro y, por lo general, se utiliza como anestesia durante la cirugía y para tratar el dolor intenso de las lesiones graves y de diversas formas de cáncer.

Hoy en día, muchas de las investigaciones se centran en el desarrollo de drogas que actúen como opiáceos, pero que no generen ni tolerancia ni adicción.