Toma una decisión difícil

Cuando nos encontramos en una encrucijada —mudarnos, tener un hijo, cambiar de trabajo— es normal que dudemos y nos inquietemos tanto que dejemos pasar la ocasión. Que las circunstancias decidan nuestro destino no es la mejor manera de aprovechar las oportunidades de la vida. Afortunadamente, la toma de decisiones no tiene que basarse solo en lo que te dicen tus tripas. Cuando sabes cómo hacerlo, las decisiones difíciles dejan de existir.

Conexión mente-cuerpo

No puedes tomar buenas decisiones cuando tienes un mal día. Cuando sientas demasiada ansiedad como para analizar las cosas, da un giro: sal a correr, duérmete un rato. Resetear tu cuerpo suele abrir tu mente a una nueva perspectiva.

Tú vas primero

Piensa en quién eres. Como dijo Roy E. Disney, sobrino de Walt Disney y a quien se la atribuye la revitalización del negocio familiar: “Cuando tienes tus valores en la más alta estima, tomar decisiones
es más sencillo”. Otro factor a considerar es cómo afectará tu decisión a las personas que te rodean. Pero ojo: no uses a los demás como una excusa para tomar la decisión equivocada (por ejemplo: “Tengo que ahorrar para la universidad de mis hijos, por lo que debo aceptar este empleo que me exige trabajar los fines de semana”).

Acepta lo desconocido

Es natural querer saber todas las consecuencias antes de dar el salto, pero eso simplemente no es posible. Cuanto más pronto aceptes que siempre habrá ciertos riesgos en las decisiones que tomes, más confianza tendrás en llevarlas a cabo. No actúes impulsivamente, pero tampoco esperes tanto que te quedes sin poder decidir.