Las dietas ricas en grasas, como la popular dieta cetogénica o “keto”, han ganado seguidores por su aparente efectividad para bajar de peso. Sin embargo, nuevas investigaciones advierten sobre efectos secundarios menos conocidos, entre ellos el aumento del dolor corporal y la inflamación sistémica, incluso en personas sin sobrepeso ni enfermedades previas.
Un estudio publicado en Scientific Reports (otoño de 2022) reveló que las dietas altas en grasas pueden sensibilizar el cuerpo al dolor, afectando zonas que antes no presentaban molestias. Este hallazgo fue liderado por el Dr. Michael Burton, profesor adjunto de Neurociencia en la Universidad de Texas en Dallas.
El experimento analizó dos grupos de ratones durante ocho semanas: uno siguió una dieta estándar y el otro, una dieta alta en grasas. Aunque ninguno desarrolló obesidad ni hiperglucemia, el segundo grupo presentó alodinia mecánica, una condición en la que estímulos normalmente indoloros (como un roce) provocan dolor.
Según el Dr. Burton:
“Sorprendentemente, no necesitas obesidad ni una patología previa. Solo necesitas la dieta”.
Este sería el primer estudio en demostrar cómo una exposición breve a este tipo de alimentación puede inducir dolor crónico, lo que genera preocupación sobre sus implicaciones en seres humanos.
La nutricionista Mackenzie Burgess (Colorado, EE. UU.) advierte que las dietas ricas en grasas saturadas pueden provocar inflamación intestinal y acumulación de grasa en otros tejidos, lo que a su vez desencadena una respuesta inflamatoria generalizada.
Entre los alimentos comúnmente incluidos en planes cetogénicos y ricos en grasas saturadas se encuentran:
Mantequilla
Aceite de coco
Quesos y lácteos enteros
Carnes rojas
Las autoridades sanitarias recomiendan limitar las grasas saturadas a menos del 10% del total calórico diario. En su lugar, se debe priorizar el consumo de grasas saludables, como:
Grasas monoinsaturadas: aceite de oliva, aguacate, frutos secos
Grasas poliinsaturadas: pescado azul, semillas, nueces
Según Burgess, la grasa es esencial, pero no debe dominar la dieta. El cuerpo necesita una distribución equilibrada de macronutrientes:
20–35% calorías de grasas
10–35% de proteínas
45–65% de carbohidratos
Cada uno tiene funciones únicas: las proteínas fortalecen músculos e inmunidad, los carbohidratos son la fuente primaria de energía, y las grasas ayudan a absorber vitaminas y proteger órganos. Pero en exceso, cualquier nutriente —especialmente la grasa— puede perjudicar la salud.
La dieta alta en grasas, aunque tentadora por su rápida pérdida de peso, podría tener un costo más alto del esperado. La nueva evidencia sugiere que incluso sin obesidad, podría aumentar la sensibilidad al dolor y promover inflamación en el cuerpo.
Si estás considerando este tipo de dieta, consulta primero con un especialista en nutrición y opta por un enfoque más equilibrado y sostenible. Porque adelgazar a costa de tu bienestar no vale la pena.
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