El coco, la semilla de una palmera que crece sobre todo en las zonas costeras tropicales, da lugar a numerosos productos de uso alimentario y no alimentario. El aceite se utiliza en mantecas vegetales, cremas no lácteas, algunas pastas para untar y muchos productos comerciales de panadería; también es un ingrediente de champús, lociones hidratantes, jabones y diversos cosméticos.
La pulpa del coco, llamada también “carne” , se consume cruda o se utiliza para aromatizar helados, productos de confitería y productos de panadería. La leche de coco en lata, elaborada con la pulpa rallada y el agua, se utiliza para preparar platillos a base de curry.
El agua de coco, ese líquido que se encuentra en el interior de los cocos jóvenes antes de que maduren, se ha convertido en una alternativa popular a las bebidas deportivas, pues es baja en calorías, no contiene grasa y es rica en potasio, aunque no aporta suficiente sodio como para reponer el que se pierde al hacer ejercicio.
Grasa. Como todos los aceites, el de coco tiene muchas calorías (una cucharada contiene 120 calorías). Aunque la grasa es saturada, es diferente a la grasa saturada que se encuentra en los productos animales y puede tener un efecto diferente en la salud del corazón.
Algunos estudios sugieren que puede aumentar tanto el colesterol “bueno” (LAD) como el “malo” (LBD). Tolera bien el calor, por lo que es un buen aceite para cocinar. Si te gusta el sabor del coco, úsalo con moderación.
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