La alimentación consciente y variada es la mejor forma de prevenir la inflamación estomacal y mejorar el bienestar general.
Sentir el estómago inflamado o con malestar es una molestia común que puede estar relacionada con lo que comemos.
Algunos alimentos generan gases, retienen líquidos o irritan la mucosa gástrica, provocando sensación de hinchazón. Aunque no siempre representan un riesgo grave, pueden afectar la calidad de vida si se consumen con frecuencia.
Uno de los principales culpables es el exceso de alimentos ultraprocesados. Estos contienen altos niveles de sodio, grasas saturadas, aditivos y azúcares refinados que alteran la microbiota intestinal y favorecen la inflamación.
Según estudios publicados en Nutrients y The American Journal of Clinical Nutrition, su consumo habitual está relacionado con trastornos digestivos.
Las legumbres, como los frijoles o lentejas, también pueden causar inflamación si no se preparan adecuadamente. Su alto contenido en fibra y ciertos compuestos llamados oligosacáridos pueden producir gases intestinales.
Sin embargo, no deben eliminarse de la dieta, sino consumirse con moderación y bien cocidas.
Los lácteos son otra causa común de inflamación estomacal, especialmente en personas con intolerancia a la lactosa. Cuando el cuerpo no puede digerir bien este azúcar, se producen fermentaciones intestinales.
En estos casos, se pueden sustituir por versiones deslactosadas o por bebidas vegetales como la de almendra o avena.
Las bebidas carbonatadas y el alcohol también pueden inflamar el estómago. El gas de los refrescos se acumula en el intestino, mientras que el alcohol irrita el revestimiento gástrico.
Se recomienda limitar su consumo a ocasiones especiales y priorizar agua o infusiones naturales para cuidar la salud digestiva.
Algunos vegetales crudos como el brócoli, la col o la cebolla tienden a inflamar por su contenido en azufre y fibra insoluble.
Cocinarlos al vapor y moderar las porciones puede ayudar a reducir el malestar. Además, incorporar probióticos naturales como el yogur o el kéfir puede mejorar la digestión.
En general, lo ideal es mantener una dieta equilibrada, rica en frutas, vegetales cocidos, granos enteros y proteínas magras.
Evitar excesos y escuchar cómo reacciona tu cuerpo ante ciertos alimentos es clave. Cada organismo es diferente, y lo que inflama a unos, puede no afectar a otros.
Estas recomendaciones están respaldadas por evidencia científica en temas de salud digestiva. Consultar con un especialista en nutrición siempre es lo mejor si los síntomas persisten.
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