Nutrición en la infancia: el secreto detrás de un desarrollo sano y feliz.
Cuando se habla del desarrollo infantil, pocas cosas tienen tanto impacto como la nutrición. Más allá de saciar el hambre, lo que los niños comen en sus primeros años define su salud física, su crecimiento y hasta su capacidad de aprender.
Entender las necesidades específicas de cada etapa —desde la lactancia hasta la edad escolar— es clave para acompañar su desarrollo de manera integral.
Según Ana Villarreal, gerente de Nutrición, Salud y Bienestar de Nestlé México, una nutrición bien planificada desde los primeros años de vida no solo ayuda a formar huesos fuertes o a mantener el nivel de energía durante el día: también fortalece el sistema inmunitario y prepara al cuerpo para enfrentar desafíos del entorno como virus comunes o largas jornadas escolares.
Una alimentación inteligente incluye no solo macronutrientes, sino también aliados más discretos, como los probióticos y los prebióticos. Los primeros son microorganismos vivos que ayudan a mantener en equilibrio la microbiota intestinal —una pieza clave en la inmunidad y en la absorción de nutrientes esenciales como el hierro o el calcio. Los prebióticos, por su parte, son el alimento de estas bacterias “buenas”, así que favorecen su proliferación.
Ambos trabajan en conjunto para mejorar la digestión, facilitar la producción de vitaminas del grupo B y fortalecer el sistema de defensas naturales, especialmente importante en la infancia, cuando los niños están en constante exploración del mundo y expuestos a múltiples estímulos y agentes externos.
La lonchera como herramienta de salud
En el contexto escolar, la famosa lonchera puede jugar un rol determinante. Más que un simple refrigerio, es una oportunidad diaria para ofrecer a los niños energía sostenida y los nutrientes que requieren para aprender, moverse y concentrarse.
Planificarla con alimentos frescos, coloridos y variados puede marcar una gran diferencia.
El truco está en aplicar los principios del “Plato del Bien Comer”, que debe incluir:
Además, involucrar a los niños en la selección y preparación del menú les permite desarrollar autonomía y comprensión sobre sus propios hábitos alimenticios.
Una buena nutrición no es solo una medida preventiva, es una inversión a largo plazo.
Cada etapa infantil tiene requerimientos diferentes, y ofrecer a los niños una dieta balanceada —en calidad y en cantidad— puede mejorar su rendimiento físico, su estado de ánimo y su relación con la comida a futuro.
Como bien señala Ana Villarreal, fomentar una alimentación consciente desde casa puede tener un impacto positivo duradero: “Al estar informados y tomar decisiones conscientes sobre la alimentación de nuestros hijos, estamos invirtiendo en su salud, su desarrollo y su felicidad a largo plazo”.
La nutrición es, sin duda, una de las formas más concretas de cuidado y amor. Y también, una de las herramientas más poderosas para construir una infancia —y una vida— más saludable.
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